Mi inocencia flotaba en el viento, bella como la manzana antes de ser mordida.
Pero su pensamiento taladraba ya mi corazón, sin que yo lo supiese,
empujándome sobre las cosas hasta un rincón de la ciudad,
donde al fin lograría, por sobre el cielo y la tierra,
derribar el carmín de mis mejillas.
Cuando me veía se asustaba como si lo estuvieran juzgando.
Ante todo ser bello temblaba como si él mismo lo hubiese inventado.
Durante mucho tiempo su pasión ardió en mí, porque había hecho de mí el centro del universo, para orientarse.
Ahora yace muerto. Pero, cuando vivía, para él no había más Dios que yo; ni nada más bello ni más misterioso que yo.
Y de esta manera le rendía tributo a la tierra, la tierra que es nuestro único cielo.
Mujeres, hombres, animales, minerales, vegetales y cosas, seres todos de toda especie, sus amantes,
que fuimos a su casa, a su lecho, o vino él a nuestro lecho y nuestra casa,
en el bosque, en el desierto, en el mar, en la montaña, en la ciudad, en el viento,
no somos más que cosas que ruedan, hechas todas a imagen y semejanza de Dios,
pero los poetas ponen en nosotros demasiado conocimiento, demasiada esperanza, podríamos decir.
Los poetas, que son sólo perturbadores del alma.
Ahora que él ha entrado a parecerse a nosotros,
ahora que se multiplica y se divide y que puede visitar varios lugares a la vez,
ahora que puede presentarse ante cada uno de nosotros con un rostro distinto,
ahora que puede decirnos una cosa diferente a cada uno con las mismas palabras,
ahora que se complace en desfigurarse cada vez más en imperfectos espejos,
ahora él es uno de nosotros en nuestro reino.
El gusano dice “Yo” con una parte del alma del muerto, el cual se reconoce en él y habla por su boca;
el gusano, que se pinta los labios con ceniza para parecer bello a la Muerte;
la Muerte celosa que escarba día y noche en las tumbas en busca de un recuerdo de amor;
el Amor que huye hacia los estados primitivos del alma, hacia la primera selva del mundo,
referencia de la pintoresca raza del hombre.
En el obsceno hueco de su tumba habitaréis con él.
Que sus últimos actos os sean agradables, oh vosotros, privilegiados bichos, portadores de la voluntad de Dios y ejecutores de sus misterios,
¡Quién lo creyera!
COMENTARIO DE LA MUERTE
Os preocupáis demasiado de que vuestra casa esté limpia,
y de que vuestros negocios estén sucios.
Lo importante es mantenerse ocupado todo el día,
porque no sabéis qué hacer con el tiempo libre.
Y por eso vivís inventando cosas permanentemente.
Pero yo os digo:
hay que hacer esta noche una fiesta privada en casa de cada cual,
porque hoy es víspera de la muerte.
Apuráos.
EL CUERPO
"¡Qué farsa!" J. P. SARTRE
He aquí, de esto se habla.
El cuerpo nos goza y lo sufrimos.
Lujo de la naturaleza, pagamos por él nuestra alma.
Esclavo de los dioses, el hombre es un ser aterrado
y sólo en el usufructo de su cuerpo deposita su aspiranza.
Su cabeza añadida luce su conversación como un pavo real,
y sentado en un tapete de luna su lengua salta delante de si como una serpiente encantada.
Orgullo del alma, el cuerpo es regocijo y alimento,
y baila ante los dioses como el árbol frente a la tormenta.
El cuerpo toca otro cuerpo y no percibe sino otredad.
"Rosa", decimos, y la rosa es un mito del alma, porque la carne del cuerpo no se reconoce sino a sí misma.
El cuerpo, Devorador, todo hecho para devorar,
el alma de este cuerpo no puede ser sino también devoradora.
Somos como un surtidor, con nuestros brazos que se agitan y nuestra boca llena de agua.
Tenemos lo que tiene la nube, he aquí esta adivinanza, por eso la tierra nos absorbe.
Rebelión de la materia, el cuerpo se avolcana, se incendia, impone hermosura,
y no queremos ser sólo cuerpo;
pero yo aconsejo: hazte amigo del sepulturero.
*****
Jaime Jaramillo Escobar, (Pueblorrico, 1932); poeta colombiano, co-fundador con otros escritores del "Nadaísmo".
¿Por dónde saco la cabeza para respirar, frenético de ahogo,
después de esta profunda natación de
seiscientas diecisiete páginas, Paradiso?"
Julio Cortázar
AH, QUE TÚ ESCAPES
Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no quieras creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.
***
EL PABELLON DEL VACIO
Voy con el tornillo
preguntando en la pared,
un sonido sin color
un color tapado con un manto.
Pero vacilo y momentáneamente
ciego, apenas puedo sentirme.
De pronto, recuerdo,
con las uñas voy abriendo
el tokonoma en la pared.
Necesito un pequeño vacío,
allí me voy reduciendo
para reaparecer de nuevo,
palparme y poner la frente en su lugar.
Un pequeño vacío en la pared.
Estoy en un café
multiplicador del hastío,
el insistente daiquirí
vuelve como una cara inservible
para morir, para la primavera.
Recorro con las manos
la solapa que me parece fría.
No espero a nadie
e insisto en que alguien tiene que llegar.
De pronto, con la uña
trazo un pequeño hueco en la mesa.
Ya tengo el tokonoma, el vacío,
la compañía insuperable,
la conversación en una esquina de Alejandría.
Estoy con él en una ronda
de patinadores por el Prado.
Era un niño que respiraba
todo el rocío tenaz del cielo,
ya con el vacío, como un gato
que nos rodea todo el cuerpo,
con un silencio lleno de luces.
Tener cerca de lo que nos rodea
y cerca de nuestro cuerpo,
la idea fija de que nuestra alma
y su envoltura caben
en un pequeño vacío en la pared
o en un papel de seda raspado con la uña.
Me voy reduciendo,
soy un punto que desaparece y vuelve
y quepo entero en el tokonoma.
Me hago invisible
y en el reverso recobro mi cuerpo
nadando en una playa,
rodeado de bachilleres con estandartes de nieve,
de matemáticos y de jugadores de pelota
describiendo un helado de mamey.
El vacío es más pequeño que un naipe
y puede ser grande como el cielo,
pero lo podemos hacer con nuestra uña
en el borde de una taza de café
o en el cielo que cae por nuestro hombro.
El principio se une con el tokonoma,
en el vacío se puede esconder un canguro
sin perder su saltante júbilo.
La aparición de una cueva
es misteriosa y va desenrollando su terrible.
Esconderse allí es temblar,
los cuernos de los cazadores resuenan
en el bosque congelado.
Pero el vacío es calmoso,
lo podemos atraer con un hilo
e inaugurarlo en la insignificancia.
Araño en la pared con la uña,
la cal va cayendo
como si fuese un pedazo de la concha
de la tortuga celeste.
¿La aridez en el vacío
es el primer y último camino?
Me duermo, en el tokonoma
evaporo el otro que sigue caminando.
***
“[...] la corrección formal en el escribir como en el vestir es siempre una garantía de seriedad, y cualquiera que anuncie que la Tierra es redonda con un “estilo” aceptable merecerá más respeto que un cronopio con una papa en la boca pero con mucho que decir atrás de la papa. […]
El subdesarrollo tiene uno de sus índices en lo quisquillosos que somos para todo lo que toca a la corteza cultural, las apariencias y chapa en la puerta de la cultura. Sabemos que Dylan se dice “Dílan”, y no “Dailan” como lo dijimos la primera vez (y nos miraron irónicos, o nos corrigieron o nos olimos que algo anbaba mal) […] Está muy bien eso, lo mismo que tener las uñas limpias y usar desodorantes. Lo otro empieza después, o no empieza. Para muchos de los que con una sonrisa le perdonan la vida a Lezama Lima, no empieza ni antes ni después, pero las unñas, se los juro, perfectas.”
(Artículo publicado en "El País", donde se transcribe fragmentos de un diálogo entre el premio Nobel de Literatura Tomas Tranströmer y el poeta español Juan Antonio González Iglesias)
ma si trovano scritti in bottigli nel fondo dei pozzi...”
Ermano Cavazzoni, "Il Poema dei Lunatici"
Lo que sigue es un fragmento, lleno de poesía, de la película "La voz de la Luna" (1990), de Federico Fellini, basada en la novela "El Poema de los Lunáticos" de Ermano Cavazzoni...
"- Guarda: il fuoco! Dove vanno tutte quelle scintille? Il fuoco, quando si spegne, dove va? Come la musica, che nessuno sa dove va quando finisce. Quante idee mi vengono a stare qui, nonna. Ma volano via: come quelle scintille. Come si fa a fermarle, nonna? Tu ci riesci?"