jueves, 26 de julio de 2012

Nadando profundo en Lezama Lima

"Entonces, ¿estamos los dos locos?
 ¿Por dónde saco la cabeza para respirar, frenético de ahogo, 
después de esta profunda natación de
 seiscientas diecisiete páginas, Paradiso?"
Julio Cortázar

 


AH, QUE TÚ ESCAPES

Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no quieras creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.

Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.

***



EL PABELLON DEL VACIO

Voy con el tornillo 
preguntando en la pared, 
un sonido sin color 
un color tapado con un manto. 
Pero vacilo y momentáneamente 
ciego, apenas puedo sentirme. 
De pronto, recuerdo, 
con las uñas voy abriendo 
el tokonoma en la pared. 
Necesito un pequeño vacío, 
allí me voy reduciendo 
para reaparecer de nuevo, 
palparme y poner la frente en su lugar. 
Un pequeño vacío en la pared.

Estoy en un café 
multiplicador del hastío, 
el insistente daiquirí 
vuelve como una cara inservible 
para morir, para la primavera. 
Recorro con las manos 
la solapa que me parece fría. 
No espero a nadie 
e insisto en que alguien tiene que llegar. 
De pronto, con la uña 
trazo un pequeño hueco en la mesa. 
Ya tengo el tokonoma, el vacío, 
la compañía insuperable, 
la conversación en una esquina de Alejandría. 
Estoy con él en una ronda 
de patinadores por el Prado. 
Era un niño que respiraba 
todo el rocío tenaz del cielo, 
ya con el vacío, como un gato
que nos rodea todo el cuerpo, 
con un silencio lleno de luces.

Tener cerca de lo que nos rodea
y cerca de nuestro cuerpo,
la idea fija de que nuestra alma
y su envoltura caben
en un pequeño vacío en la pared
o en un papel de seda raspado con la uña.
Me voy reduciendo,
soy un punto que desaparece y vuelve
y quepo entero en el tokonoma.
Me hago invisible
y en el reverso recobro mi cuerpo
nadando en una playa,
rodeado de bachilleres con estandartes de nieve,
de matemáticos y de jugadores de pelota
describiendo un helado de mamey.
El vacío es más pequeño que un naipe
y puede ser grande como el cielo,
pero lo podemos hacer con nuestra uña
en el borde de una taza de café
o en el cielo que cae por nuestro hombro.

El principio se une con el tokonoma,
en el vacío se puede esconder un canguro
sin perder su saltante júbilo.
La aparición de una cueva
es misteriosa y va desenrollando su terrible.
Esconderse allí es temblar,
los cuernos de los cazadores resuenan
en el bosque congelado.
Pero el vacío es calmoso,
lo podemos atraer con un hilo
e inaugurarlo en la insignificancia.
Araño en la pared con la uña,
la cal va cayendo
como si fuese un pedazo de la concha
de la tortuga celeste.
¿La aridez en el vacío
es el primer y último camino?
Me duermo, en el tokonoma
evaporo el otro que sigue caminando.

***





“[...] la corrección formal en el escribir como en el vestir es siempre una garantía de seriedad, y cualquiera que anuncie que la Tierra es redonda con un “estilo” aceptable merecerá más respeto que un cronopio con una papa en la boca pero con mucho que decir atrás de la papa. […] 
El subdesarrollo tiene uno de sus índices en lo quisquillosos que somos para todo lo que toca a la corteza cultural, las apariencias y chapa en la puerta de la cultura. Sabemos que Dylan se dice “Dílan”, y no “Dailan” como lo dijimos la primera vez (y nos miraron irónicos, o nos corrigieron o nos olimos que algo anbaba mal) […] Está muy bien eso, lo mismo que tener las uñas limpias y usar desodorantes. Lo otro empieza después, o no empieza. Para muchos de los que con una sonrisa le perdonan la vida a Lezama Lima, no empieza ni antes ni después, pero las unñas, se los juro, perfectas.”  

 Julio Cortázar, “Para llegar a Lezama Lima”


***




Enlaces Exeternos:
( "José Lezama Lima, la cultura como resistencia", documental de Iván González Cruz.)




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