lunes, 9 de julio de 2012

Pasó el resto del día mustio y remiso...

"(...) Pasó el resto del día mustio y remiso, entre el sofá y la cocina. Abría libros al azar y leía la primera frase que se le aparecía ante los ojos, desmenuzando sentidos, rumiando despreocupado, pastando a sus anchas en el campo semántico de las palabras. El tiempo lento de la tarde se diluía, sigiloso y entre líneas. Una porción de su entidad, centinela de lo oscuro, se reflejó en los tenues albores de la noche que ya comenzaba a llegar, a comparecer ante sus dudas, mientras susurros de presagios centelleaban en la habitación. Cuando se percató de que la tarde comenzaba a morir, y que la noche no tardaría en aparecer sobre el cristal, con su conjuro de sombras inquietantes y de aullidos fantasmas, para reincidir en la maldición de los desoídos, y teñir el pesado aire de oscuras visiones y sufrida melancolía, cerró entonces el libro que tenía entre las manos, y se levantó del sofá en busca de una botella de vino tinto. Mientras la abría, y servía en la copa el elixir divino, preocupado en la búsqueda de una revulsión interna, sintió el eco lastimoso de una frase retumbando dentro de él:


 la vida era un bulto muy atado, que se desataba al caer en la eternidad.”


A.G. Leão, "El sueño de Lagarde" (fragmento)

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